miércoles, 19 de marzo de 2008

CODEÁNDOSE CON LOS MEJORES


Que somos una panda de insensatos y chalados es ya un hecho. Sólo así se explica que quedemos para trabajar el día 3 de Enero o el Puente de la Constitución. Para dar más credibilidad a mi argumento, se está negociando la posibilidad de subir el día del Bando de la Huerta. Pero esto también tiene sus momentos gratificantes. Y ayer ocurrió uno de ellos. Jesús me llamó al móvil para anunciarme que íbamos a ver un Fórmula 1 y que tenía que apresurarme si quería comer. A las 3 menos 10 nos plantamos en la ITV portando un maletín y una caja mirando a ambos lados con suma cautela, como si fuéramos sospechosos de algún delito. Un tipo nos hizo un gesto evidente desde el otro lado del mostrador indicando claramente que entráramos sin hacer preguntas. Pusimos el maletín y la caja sobre la mesa y Antonio abrió la mercancía.


- Éstos son - dijo su compañero - voy un momento a por la mercancía. Ahora vengo
- ¿Qué? ¿Cómo ha ido la cosa? - preguntó Antonio mostrando las brocas de medio milímetro.
- Digamos que ha sido un día provechoso para la radial - respondió tácitamente Jesús
- ¡Crespo, dime la verdad! - apresuró a decir Carpena
- No lo veo - le respondí
- ¡Joder!

En ese momento irrumpió el compañero en la sala:

- Ya está. ¡Venga en marcha!
- Id detrás de él. Lleva un 406. Ahora vais a ver un coche de carreras de los de verdad.

Bordeamos el túnel de la ITV y aguardamos a nuestro misterioso compañero en la puerta de salida.

- Éste es bueno. Alguna vez que he venido, me ha dicho: "Ron, que dices, ¿como va el auto?"

Cuando me vine a dar cuenta, el sol ya no me daba en la cara, pues tenía a Antonio apoyado contra mi ventana y con la mirada perdida.

- ¿Qué vais a hacer esta tarde? - preguntó como si no se fiara de nosotros y como si tuviera remordimiento de dejarnos solos a nuestro libre albedrío.

- Vamos a echarle fibra y a dejarlo bonico.
- Bien. Yo voy a desmontar el motor y a hacerle el agujero al chiclé.

Seguimos al 406 hasta el punto P situado en la antigua carretera de Molina. Grúas Milenio, así se llamaba la empresa. Atravesamos el portón, escoltando, uno a cada lado, a nuestro rechoncho amigo, ataviado con gafas de sol y con mueca seria y expectante.

- ¡Mirad, ése es! - anunció sin inmutarse
- ¿El del pelo largo?
- Sí, ese. Parece ser que le faltan las perras.

J.A. Saura no reflejaba del todo su status de millonario ocioso y caprichoso. Pese a no vestir ropa cara (llevaba zapatos, un polo azul marino y unos vaqueros), sus gestos y su actitud, además de su pelo me recordaban un personaje puente entre Quique Pina y Perico Wilches. Pero no, ahora que lo pienso mejor, le trae un cierto aire al bueno de Pocholo.

Entramos en uno de los talleres.
- ¡Ese es! - señalando la caja que yo portaba en mi mano derecha sin ni siquiera pararse a saludar - ¡ese es el que lleva la guardia civil en la carretera para ponérselo a las motos!

- ¡Pues venga!, vamos a ponérselo. ¿Cuánto exige la reglamentación? - dijo el de la ITV
- 90 decibelios. No más. Un cuarto de la potencia del motor.





Un bólido parecido al que conduce el campeonísimo de Saura


Allí fuera se encontraba el bólido. Un Porsche 996 Cup con motor de 3500 cc y totalmente preparado de fábrica para enfrentarse a las máquinas más poderosas de todo el país. La publicidad del vehículo se resumía a "Grúas Milenio" exclusivamente, empresa propiedad (entre otras) de nuestro nuevo amiguito.

-¡Dale caña! - exigió Saura al mecánico joven

- ¡Moc,moc,moc! El mujido del automóvil fue indescriptible. Algunos de los que nos encontrábamos agachados sentimos su poder, tragando alguna que otra bocanada de humo y salpicándonos alguna que otra gota de gasolina en la ropa. Pronto el suelo estuvo empapado de combustible.

- ¡Acelera a tope! - dijo alguien

El sonómetro que yo sostenía marcaba diferentes valores al de "compañero". Calibró el suyo y me dijo que pusiera el mío a medio metro y a 45 grados de inclinación con el tubo de escape. Jesús, él y yo nos turnamos para efectuar las medidas.

Los aparatos marcaban 105 y 107 dB, respectivamente.

- Vamos al otro - dijo Juan Antonio señalando a otro Porsche colocado en paralelo.
También superaba con creces los 90 dB.

- Esto no puede ser. Si no es un coche modificado. Si sale así de casa.

- ¡Mierda! Tienen que marcar menos de 90. ¿Están correctamente calibrados? - preguntó Saura empezando a impacientarse ya.

- Sí, los aparatos están totalmente homologados y calibrados - respondió confiado "compañero"

Un tipo calvo y de gafas, se mostró susceptible y nervioso en todo momento y no paró de entrar y salir a su despacho en busca de los planos y las reglas de la competición.

- Aquí dice que hay que efectuar tres medidas a cada lado - leyó dándoselas de entendido

- Pero al estar los dos tubarros juntos con tomar una serie de tres basta - dijo "compañero" bajándole los humos.

Dos o tres mecánicos se arrecimaban en torno a nosotros constituyendo un grupo de mirones integrado por unas ocho personas. Mientras discutían, Jesús y yo nos dedicábamos a ver el interior del vehículo. Estaba escrupulosamente tapizado, el contacto llave estaba a la izquierda del volante y todas las ruedas colocadas con pasadores. Las puertas y el maletero eran de fibra de carbono y los cristales de las ventanillas de policarbonato.

- La suspensión va con cilindros de nitrógeno, dijo "compañero". Mira, tiene tres indicó - uno delante en el capó, otró en el lateral y otro ahí detrás.

El motor se encontraba en el interior del maletero y constaba de una doble bancada que ocupaba un metro y medio de ancho.

"Compañero" llamó a la ITV para localizar los datos del vehículo. Cuando terminó su llamada anunció:

- El coche debe de dar 102-103 dB.

- ¿Cómo te llamas tú?

- Domingo.

- Domingo. Si es que un coche de carreras es imposible que no sobrepase los 90. Nada más que en el arranque coge ya 90. Imagínate allí dándole "canela" al coche.

- Ya, si es lo que yo digo. En fin, si lo exigen es porque se podrá de alguna manera.

- ¡Venid hacia acá! - ordenó un tanto agitado

Nos desplazamos hasta un Mercedes verde SL 500 dotado de 5000 cc, una mala bestia al alcance de muy pocos. Al arrancarlo no superó la cota de los 70, más cuando aceleró (apenas se notó) llegó hasta los 88 dB.

- ¡88! Le dijimos cuando salió del coche.
- ¡Joder! ¡Y porque este coche es silencioso. ¿Cómo pueden exigirle a un coche de carreras menos de 90 dB? - preguntó retóricamente el personaje sin parar de hacer aspavientos con ambos brazos.

Volvimos hasta la altura del deportivo. A alguien le dio por probar tapando con cartones el tubo de escape (creo que al propio saura), pero no funcionó.

- No me lo puedo creer - dijo - En todas las carreras donde hemos corrido, La levantina, que incluye la prueba de Valencia, Albacete y Cartagena no nos miden el sonido del coche, y van los madrileños ahora y dicen que 90. ¡Hay que joderse! ¡Bueno!, ¡pasad!, ¡vamos a tomarnos un café!

Jesús y yo no pudimos evitar mirar atrás a admirar aquella maravilla, mientras Domingo y el campeón atrevesaban el umbral de la puerta. Cuando intentamos pasar, ya se encontraba cerrada. Alguien nos abrió desde el interior, viendo que buscábamos sensores táctiles. Domingo asomó la cabeza y no pudo disimular una sonrisa burlona.

Su despacho era perfecto. Típico de un jugador de póker que ha sabido jugar bien sus cartas. Era espacioso, amplio, y minuiciosamente pintado y ordenado. Los sillones eran blancos y tapizados, las sillas confortables, las lámparas adosadas al techo de las que se regulan girando. Predominaba el blanco en la estancia, pues a fin de cuentas, es el color del dinero.

-¿Qué queréis? ¿café? ¿coca cola? ¿cubata?
Esta última opción parecía ser la más apetecible, más me contuve y opté por la fanta.
- Coca Cola - contestó Jesús
- Coca Cola - pidió Domingo
- ¿De naranja o de limón? - preguntó Saura
- De naranja - respondí con contundencia

Nos ofreció unos posavasos un tanto extraños y que tendrían un cm de espesor.

-¿En qué carreras has corrido? Yo había oído que en Cheste hiciste vuelta rápida - le hizo la pelota Domingo.


- Mira, aquí tengo la revista. Ves, yo estoy documentado. Mira, esta es la Clio's Cup y aquí la Gt3. Mira, gané en Cheste y gané en Jerez. ¡Oye, el circuito de Jerez es una maravilla, eh, una auténtica gozada! Nosotros cuando llegamos allí, nos encontramos a los fórmula 1. Eso es otra historia. El caso es que los coches van sobre raíles. Nunca derrapan. Y si derrapan, es porque el piloto se ha equivocado o ha entrado pasado. Allí se apura al máximo. Mira yo tengo un Porsche. Toda la vida he tenido Porsche. De los cinco coches que tengo, cuatro son Porsche. Llegué a tener un Lamborghini Gallardo, pero lo vendí. Tuve dos Porsches antes de comprar el de carreras. Me encantan, pero eso sí, hay que conocerlos. Cuando te crees que los controlas, te dejan tirado. Como llevan la tracción trasera, el motor atrás, en fin, todo atrás, culeean mucho en las curvas y eso hay que saber manejarlo y hacerse con el coche. Me acuerdo en los entrenamientos que di unas cuantas vueltas, y hubo una que me dije: ¡Bah! ¡Esto ya es mío! En la curva número 4 trompo - describió orbitando su dedo. Entre en la curva con el morro demasiado metido y se me fue. El otro Porsche que competía en la carrera que yo gané en Cheste, el de Mauri, se tuvo que retirar por problemas mecánicos. El segundo fue un BMW. Y los BMW son muy díficiles y corren que te cagas. Ahora, eso sí, pelear con ellos es divertido, muy divertido.

- Este de aquí, ¿es un Clío? - preguntó Domingo aprovechando la pausa.
- No, es un Megane. Una máquina. Ese tira que da gusto. Seguirlo es muy complicado. Y este que ves aquí, es un Renault Trophy. Toda la carrocería se levanta. Estos coches están preparados, sólo y exclusivamente para correr. Y aquí tienes los Cups...


J.A. Saura, paladeando uno de sus múltiples éxitos


Después de tanta palabrería, salimos afuera a intentar dar con la clave del problema. El motor volvió a rugir coincidiendo con la llamada de Carpena, que flipó desde la distancia.

A la vuelta, lo acosamos con preguntas a él y al mecánico.

- ¿Cuánto pesa esto? - le pregunté
- Pesa 1116 kg y se le puede reducir el peso con las llantas de magnesio. Esto es como todo, cuanto más dinero le metas al coche, más lo mejoras. Por cierto, he oído que vosotros también competís. ¿En dónde?
- Bueno, nuestro coche es un prototipo que lo vamos a adaptar a etanol. Vamos a correr en mayo en Francia.
- ¿Cómo se llama la competición?
- Es la Shell Eco-Marathon
- ¡Ah, sí! He oído hablar de ella. De hecho, tuve la oportunidad de conocer al equipo de Valencia en Cheste. Creo que tienen su taller allí mismo, en el circuito. Me enseñaron aquello, y tenían montao un "sarao" de la hostia, una tecnología supersofisticada, midiendo la potencia de los motores, con telemetría incorporada, etc. Una pasada.
- Nosotros somos más humildes. No tenemos tanta tecnología, pero iremos avanzando.

- ¿Cuánto alcanza este coche? - le pregunté a Saura dándole un giro de 360º a la conversación.
- Nunca llega a lo que puede. La competición no deja ir a más - repuso el mecánico

- Lo único que se me ocurre, es colocarle una caja de resonancia en el motor. A ver si así logramos retenener el sonido - propuso Domingo

- Probemos con una caja de cartón. Solo por probar - dijo Saura algo más animado
El sonómetro experimentó una leve variación, tras comprobar cubriendo todos los recovecos del motor.

- Puff, es que bajar 16 dB es mucho - suspiró Domingo

- ¡Hay que bajarlos! - se empeñó poniéndose algo cabezota el piloto

- Bueno, vosotros, ingenieros - dijo señalándonos a Jesús y a mí - dadme alguna idea, como las que tenía Viki "El Vikingo". Ah, ¡vosotros no veíais a Viki "El Vikingo"! ¡no sabéis qué es eso! - le dijo en tono camadería a Domingo.

Éste último comentario me dolió bastante. Atentaba contra la cultura general.

- ¿De qué material está hecho la caja de resonancia? - le pregunté a Domingo
- De plástico.
- ¿Es eso el mejor aislante acústico que existe?
- Es probable.

Intentad fijaros en el Mercedes - propuso Jesús - poner un tubo en cada extremo y así se dispersará el sonido.

- Lo que podemos hacer, sería poner conductos en horizontal que finalicen en dos lanzas en los extremos. Así parte del sonido, se ahogaría dentro.

- Puede resultar - afirmó prudente el técnico de la ITV - pero no creo que lo pueda bajar todo
- Oye, una pregunta, ¿y si lanzamos los tubos hacia arriba? - atacó Saura
- No afectaría. La masa de sonido se expandiría igual - dijo el mecánico
- ¿Y reduciendo el diámetro de los tubos? - pregunté de nuevo
- Los gases del motor no saldrían del todo. Además, la competición, nos los exige así - repuso el mecánico que parecía tener repuesta para todo.
- ¡Bueno! ¡Vamos a hacer lo de los tubos interiores! - sentenció Saura viendo nubarrones en el horizonte - solo nos queda eso. ¡Venga, llévalo para allá! - le ordenó al chaval.

Fue una gozada verlo rodar. Antes de meterlo en el garage, se le cayó el parachoques trasero.

- ¡Eh, eh, tú! - le espetó Saura mostrándoselo cuando bajó - ¡qué te vas dejando el coche en el camino!
- Esto aqui que llevarlo a qué nos hagan los tubos - cambió de tema él.
- Pues venga, ¡a trabajar! ¡No hay tiempo que perder! - rezongó con entusiasmo
- Bueno señores, ¡Juan Antonio Saura, encantado! - dijo mientras nos estrechaba la mano
- ¡Encantado! - le dijimos uno por uno
De modo cortés, nos ofreció su colaboración para lo que quisiéramos y nos deseo suerte con nuestro prototipo.
- Eso sí, pero aquí, ¡máquinas grandes! ¡Alta tecnología!
A la salida, y mientras nos acompañaba de modo cortés, pudimos contemplar como le caía la última rosa del cielo en su larga cabellera.

- Aquel bicho que véis allí, pesa 10000 kg, alcanza un objeto a 11o metros a la redonda y es capaz de elevarlo hasta 150 metros. Ahí es nada. Ah, y para repararlo hacen falta diez camiones. Uno de los más grandes del mundo. Bueno caballeros, aquí les dejó - se despidió amablemente.

Ya afuera, Domingo dijo en voz baja:

- 5 millones de euros cuesta el coche, ¡madre mía!
- ¡Chacho! ¡Si esa grúa es capaz de levantar la Nueva Condomina sin moverse del sitio! - dije yo


Dejamos los maletines y nos alejamos hacia el taller a proseguir con lo nuestro.